La columna vertebral de Chile

Un viaje por los Andes, la Costa y los pueblos originarios

En el corazón de América, donde el sol besa el mar, se yergue Chile, un poema sinfónico sin igual. Dos cordilleras colosales, guardianas de su suelo.

La imponente cordillera de los Andes y la majestuosa cordillera de la Costa se erigen como guardianes de Chile, dibujando su silueta alargada y diversa. Entre estas dos cordilleras se despliega una franja de tierra que ha sido hogar de una rica diversidad de pueblos indígenas a lo largo de la historia.

Andes, titanes de piedra, que besan las nubes, hogar de cóndores andinos, de nieves que nunca sucumben. Sus cimas, altares sagrados, donde el viento murmura historias, de pueblos ancestrales que vivieron entre sus glorias.

La cordillera de los Andes, columna vertebral del continente sudamericano, atraviesa Chile de norte a sur, alcanzando alturas colosales que superan los 6.000 metros en algunos puntos. Sus nevados picos, volcanes activos y glaciares milenarios conforman un paisaje imponente, cuna de una gran biodiversidad y fuente de importantes recursos hídricos.

En contraste, la cordillera de la Costa, de menor altura, se extiende paralela a la costa del Pacífico, ofreciendo un paisaje más accidentado y rocoso. Sus acantilados, bahías y playas albergan una gran variedad de ecosistemas marinos y costeros, y han sido vitales para el desarrollo de actividades como la pesca y el comercio marítimo.

Surcos de la tierra, esculpidos por el tiempo y el agua, venas de vida que nutren, donde la fertilidad se acuna. Campos de verde esmeralda, donde el trigo se alza al sol, y el fruto de la tierra brota, un regalo sin igual, Cortando transversalmente las cordilleras, los valles transversales se abren paso como estrechos pasajes que conectan el interior del país con el mar. Estos valles, esculpidos por el paso del tiempo y la fuerza de los ríos, han sido rutas de comunicación y comercio desde tiempos precolombinos, facilitando el intercambio cultural y el desarrollo de las comunidades indígenas.

Pueblos originarios: Un mosaico cultural

A lo largo de la extensa franja entre los Andes y la Costa, se distribuyeron diversos pueblos indígenas, cada uno con su propia cultura, lengua y tradiciones. Su relación con estas cordilleras y los valles transversales fue fundamental para su supervivencia y desarrollo, Para ellos, las cordilleras, no solo eran montañas de piedra, eran el hogar de los dioses, el origen de la vida entera. Los valles, no solo surcos verdes, eran la fuente de sustento, un lugar de encuentro y armonía, donde el espíritu se nutría al viento.

  • Los Aymaras: Habitaban principalmente el altiplano andino, en la zona norte del país, aprovechando la altura para la agricultura y la ganadería. Su cosmovisión estaba profundamente ligada a los nevados y volcanes, considerándolos entidades sagradas.
  • Los Atacameños: Ocupaban la zona norte y central del desierto de Atacama, adaptándose a las áridas condiciones mediante técnicas agrícolas innovadoras y el aprovechamiento de los recursos hídricos de los valles transversales. Su cultura se caracteriza por su profunda conexión con el cosmos y la astronomía.
  • Los Diaguitas: Se distribuían en la zona central del país, desde el valle de Petorca hasta el río Choapa. Habitaban valles y quebradas, donde desarrollaban la agricultura y la ganadería. Su cultura destaca por su elaborada cerámica y orfebrería.
  • Los Mapuches: Ocupaban la zona centro y sur del país, desde el río Itata hasta el archipiélago de Chiloé. Su modo de vida se basaba en la agricultura, la caza y la recolección, y habitaban principalmente la franja entre la cordillera de la Costa y el piedemonte andino. Su cultura se caracteriza por su fuerte arraigo a la tierra y la defensa de su territorio, el pueblo mapuche, asentado entre el río Itata y el archipiélago de Chiloé, se dividía en distintas comunidades con características propias, que se adaptaban a las condiciones geográficas y climáticas de su entorno. Entre las más importantes encontramos:

Los Picunches (gente del norte):

  • Habitaban la zona centro-norte de Chile, desde el río Itata hasta el río Cautín.
  • Su nombre proviene del mapudungun «pichi huche», que significa «gente del norte».
  • Se caracterizaban por su agricultura intensiva, especialmente del maíz, y por la crianza de llamas.
  • Mantenían un activo intercambio comercial con pueblos de la costa y la cordillera.
  • Asimilaron algunos elementos culturales de sus vecinos, como la construcción de viviendas de totora y el uso de balsas para navegar por los ríos.

Los Mapuches (gente de la tierra):

  • Ocupaban la zona central de Chile, desde el río Cautín hasta el río Toltén.
  • Su nombre proviene del mapudungun «mapuche», que significa «gente de la tierra».
  • Practicaban la agricultura, la caza y la recolección, y eran hábiles guerreros y jinetes.
  • Se organizaban en linajes y ayllu (comunidades), con una fuerte estructura social y política.
  • Su cultura es conocida por sus tejidos, cestería, cerámica y orfebrería.
  • Mantuvieron una resistencia tenaz frente a la invasión española.

Los Huilliches (gente del sur):

  • Habiaban la zona sur de Chile, desde el río Toltén hasta el archipiélago de Chiloé.
  • Su nombre proviene del mapudungun «willliche», que significa «gente del sur».
  • Se dedicaban principalmente a la pesca y la recolección de mariscos.
  • Desarrollaron una notable habilidad para la navegación en canoas y dalcas.
  • Mantenían un estrecho vínculo con el mar y sus recursos.
  • Asimilaron algunos elementos culturales de los pueblos tehuelches y chonos.

Las comunidades picunches, mapuches y huilliches, cada una con sus características distintivas, conformaron el mosaico cultural del pueblo mapuche. Su relación con el territorio, marcado por la cordillera de la Costa, los valles transversales y la cordillera de los Andes, fue fundamental para su desarrollo y supervivencia.

Pueblos del Fin del Mundo: Kawéskar, Yámana y Selk’nam

Las gélidas aguas y los canales australes de la Patagonia chilena fueron hogar de tres pueblos canoeros que desarrollaron culturas únicas en simbiosis con el mar: los Kawéskar, los Yámana y los Selk’nam.

Kawéskar:

  • Habitaban los canales e islas del archipiélago de Tierra del Fuego, desde la península de Brunswick hasta el Estrecho de Magallanes.
  • Eran expertos navegantes, construyendo canoas ligeras de corteza de árbol (llamados «dalcas») para cazar lobos marinos, ballenas y delfines.
Yámana:
  • Habitaron las islas al sur del archipiélago de Tierra del Fuego, incluyendo el Cabo de Hornos, el punto más austral de América.
  • Al igual que los Kawéskar, eran maestros de la navegación en canoas y expertos cazadores marinos.

Selk’nam (también llamados Onas):

  • Ocupaban la Isla Grande de Tierra del Fuego, adaptándose a la estepa patagónica.
  • Eran cazadores-recolectores nómadas, siguiendo a los animales y recolectando frutos silvestres.

Importancia de las divisiones:

Si bien estas divisiones existieron, es importante destacar que no eran rígidas ni estáticas. Existía una constante interacción y intercambio cultural entre las comunidades, lo que enriquecía su diversidad y fortalecía su identidad como pueblos.

 

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